jueves, 14 de mayo de 2015

Gógol y Woody Allen y Thomas Bernhard (y Kafka).

Gógol..., ese gran escritor, ¡un genio! El autor de Historias de San Petersburgo, de las Veladas de Dikanka... ¡El creador de Almas muertas! Pero... ¿qué tiene que ver Gógol con Woody Allen y Thomas Bernhard?

Veía hace unos días Misterioso asesinato en Manhattan, una de las películas preferidas de Allen. Hay una escena genial en la que Keaton y Allen reflexionan sobre la aparición de la difunta señora House en un autobús de línea. Especulan sobre la posibilidad de que ella tenga una hermana gemela, de que el señor House -el sospechoso- tenga un hermano gemelo, ¡de que ellos mismos, Allen y Keaton, tengan unos gemelos!
Woody: Menudo día. No puedo entenderlo. Resulta que él tiene ... o ella tiene una gemela o él un gemelo...
Diane: ¿Qué?
Woody: O  tienen personalidades múltiples... o tú tienes una gemela o yo un gemelo.


En Almas muertas (1842) hay un episodio que discurre con el mismo tipo de humor surrealista y del que Allen podía haber tomado nota para su chiste. En la novela de Gógol los funcionarios discuten sobre las medidas que deberían adoptar en relación a Chíchikov: "si era una persona a la que había que detener y encarcelar por sospechoso o si era una persona que podía él mismo detenerles y encarcelarles a todos ellos por sospechosos".
Avanzando en Almas muertas me encuentro con un pasaje que me deja impresionado por su innovador y revolucionario concepto. En la presentación (ya en la segunda parte del libro) del terrateniente Tentétnikov se recogen testimonios de vecinos, artilugio narrativo que utilizará Woody Allen en su debut Coge el dinero y corre de Woody Allen cuando entrevistan a los padres del protagonista (con aquellas gafas y narices postizas) o en la misma Zelig y en la más reciente Si la cosa funciona, y que mucho antes ya empleara Orson Welles en el comienzo de Los Amberson (El cuarto mandamiento).

Vale, sí, Gógol y Allen pero ¿y Gógol y Bernhard? Un momento, en otro pasaje de Almas muertas, acerca de uno de los personajes con los que traba relación Chíchikov: "El jefe de Correos era más aficionado a la filosofía y leía con gran interés, hasta por la noche, Las noches de Young, y Clave de los misterios de la Naturaleza, de Eckartshausen, de cuyas obras tomaba unos largos apuntes, aunque nadie sabía de qué género de apuntes se trataba." Y qué, se preguntarán, ¿cómo que y qué? ¡Es esa figura!, la del estudioso virtuoso, la del analista improductivo, la que nos recuerda a los entrañables personajes bernhardianos que escriben durante años trabajos intelectuales, como el trabajo sobre el oído de Konrad en La calera, o el diseño del cono por parte de Roithamer en Corrección, o el trabajo sobre Mendelssöhn de Rudolf en Hormigón, o el de Koller sobre Fisionomía en Los comebarato, etc... Por otro lado, ese autor, Eckartshausen, al menos por el nombre, y por ser del siglo XVIII -y alquímico, esotérico...-, es típico de las lecturas de los personajes bernhardianos, tan aficionados a Stifter, Goethe (más a Las afinidades electivas que al Fausto) o Novalis (Enrique de Ofterdingen) o Pascal. No me dejan ustedes otra opción que buscar alguna información de este misterioso autor. Escribió La nube sobre el santuario y De las fuerzas mágicas de la Naturaleza (supongo que a ese libro se refiere el narrador de Almas muertas). Todo esto me recordó que el otro día en la biblioteca municipal me quedé hojeando el Amabile del Príncipe de Ligne, otro clásico del XVIII, que espero leer próximamente. También al comienzo de la segunda parte leemos el laborioso trabajo del vago terrateniente (¡que anuncia al Oblómov de Goncharov de 1859!) que debía "reunir Rusia entera" (¡al modo de los grandes proyectos bernhardianos inacabables!) y que finalmente se queda en un mordisquear la pluma y unos garabatos sobre el papel.

Y como no es posible escribir un artículo sin mencionar a Kafka aquí lo traigo. ¿No dirás que la editorial de Almas muertas tiene nombre kafkiano? Es extraordinario, qué agudeza, la editorial que ha publicado Almas muertas se llama como el protagonista de El proceso, "Joseph K. Editor" o "Josef K. Editor" -ellos mismos no lo tienen claro, en el interior es "Joseph k", en la portada es "Josef K"-. Me pica la curiosidad e investigo otros títulos de esta editorial: Una vida, de Svevo y El difunto Matías Pascal, de Pirandello, lo que me hace simpatizar aún más con ella.
Josef K, editor
Joseph k, editor

En una de las pestañas de la contraportada reza el inicio de El proceso: "Alguien debió haber calumniado a Josef K., puesto que, sin haber hecho nada malo, fueron a arrestarlo una mañana".
Y no sólo eso... ¿Cómo? se preguntarán estupefactos los lectores. Sí, en efecto, en Almas muertas asistimos a alguna que otra escena de evidente tinte prekafkiano, como cuando Chíchikov solicita al coronel Koshkariov que le venda sus mujiks fallecidos y este le contesta en términos de numerosas estancias burocráticas y diferentes departamentos que hacen absolutamente inviable la consecución de la transacción ("sin trámites burocráticos es imposible hacer nada"); y ya casi al final, cuando Chíchikov está arrestado: "Acaso yo podría ayudar a arreglar las cosas por las buenas. Los funcionarios no lo lograrían, empezarían a escribir, y el asunto está tan embrollado con sus papeles que los papeles no les dejan ver las cosas tal como son", le dice Murázov a Chíchikov.
Y no lo van a creer pero estaba leyendo a la par que Gógol un misceláneo y ditirámbico -y, seamos sinceros, algo cursi- librito de Cees Nooteeboom titulado Cartas a Poseidón. En uno de los capítulos se menciona un relato de Kafka llamado Poseidón y que, sinceramente, no recuerdo. Nooteboom describe un poco el relato, un dios Poseidón atareado en labores administrativas no puede ocuparse en ver el mar (¡qué digna de Kafka es esta maravillosa escena!): "según Kafka, tú nunca viste el mar (...) Dado que tú resides permanentemente bajo las olas, no conoces el elemento sobre el que gobiernas. No sé qué pensar de eso. Así te ve Kafka, un dios fatigado bajo las profundidades del océano. Bajo un techo translúcido en movimiento. Inquieto. Un dios siempre ocupado con la revisión de las cuentas, gobernador de todos los mares. No puedes dejar la administración ni un instante, pues ellos no conocen a nadie más que pueda hacerse cargo de esta tarea. Kafka no  menciona quiénes son ellos, que para eso es Kafka". Y ese "que para eso es Kafka" es tan absolutamente genial, entrañable, elogioso y no sé qué más, que primero me hace sonreír, luego reír y por último emocionarme como un tonto.
Ya, pero seguro que no puedes establecer una conexión entre el libro de Nooteboom y Thomas Bernhard, pensará el lector a estas alturas. ¡Se equivoca! La dedicatoria del libro de Poseidón reza: "A Siegfried Unseld, a quien debo tantos cambios". Siegfried Unseld fue editor de Thomas Bernhard y la correspondencia entre ambos (unas quinientas cartas) fue publicada hace unos años.
Esta madrugada terminé de leer la inacabada Almas muertas. En una nota del editor K se puede leer: "Esta edición de Almas muertas se acabó de imprimir en Sevilla el día 14 de mayo de 2003, aniversario de la muerte de August Strindberg". Dirán que soy demasiado amigo de las coincidencias pero no puedo reprimir ojear el calendario y..., vaya, qué día es hoy...
Bueno, me voy.

viernes, 24 de abril de 2015

David Foster Wallace en The affair

En el último capítulo de  la primera temporada de la serie de televisión The affair, premiada con el globo de oro a la mejor serie dramática, hay una escena en la que Noah, el personaje de Dominic West, tiene que presentarse de 9 a 3 en una sala de reclusión por mala conducta. Allí, los afectados pasan el tiempo como pueden, leyendo, mirando al vacío o a su móvil -¿con idénticos resultados?-, desesperándose en su aburrimiento... Nada más llegar, Noah conoce a Víctor, quien pasa el tiempo absorto en la lectura de un grueso tomo, despreocupado del entorno, de su sino. En un arreglo kafkiano de los guionistas, Víctor espera a que se resuelva la acusación de la que ha sido objeto y cuya tramitación lleva en suspenso dos años por la huelga de los funcionarios que deben ocuparse del expediente. Noah le dice, refiriéndose al libro que sostiene, que él nunca ha podido terminar de leerlo. Él contesta: "nadie lo la hecho", y admite a su vez que es la segunda vez que lo intenta. El televidente puede leer el título, es La broma infinita (Infinite Jest, 1997) de David Foster Wallace. Me pregunto si este cameo de una novela de Wallace no deja de ser un sentido homenaje a su obra. Es conocido que los meses previos a su trágica desaparición Wallace veía la serie The wire, de la que era un fanático, una serie cuyo protagonista era precisamente Dominic West. Me pregunto igualmente cuál habría sido la reacción de Wallace al verse incluido en una serie de máxima audiencia -Wallace escribió mucho sobre televisión, un medio que le obsesionaba-, aunque fuera en tono peyorativo (también me pregunto si es realmente peyorativo aludir a un libro como interminable o si, por el contrario, se trata de un elogio, de hecho, el mayor que un libro pueda recoger) -Nota: a lo largo del capítulo Víctor pasará a leer la trilogía de El señor de los anillos -en volúmenes separados, qué horror- (desconocemos si consigue terminar La broma infinita) y Noah escribirá en su portátil la novela que finalmente le proporcionará el éxito-.
La broma infinita es la gran novela de David Foster Wallace, la que se considera su obra maestra, la que se incluye en la lista de las mejores novelas norteamericanas del siglo XX, la novela por la que fue preguntado en cada entrevista, su novela más extensa -bueno, la suya y la de casi cualquier otro- (1071 páginas, si no me falla la memoria -en realidad me fallaba, eran 1079-)-. Alguien -Stephen Burn, el mismo que recopilara las entrevistas para las Conversaciones con David Foster Wallace- había escrito una guía sobre cómo leer La broma infinita, en serio. Hay una página de wikipedia en la que los lectores pueden dejar sus propias anotaciones, página por página. También hay una guía escena por escena (por ejemplo, en la escena 26, en el capítulo 10, de las páginas 79 a 85: "Gerhard Schitt y Mario hablan sobre la teoría del juego"). Existe una página en castellano, Verano infinito (2012), creada por unos aventureros que intentan superar, por sexta vez, la página 300 -ahí se puede leer el texto escrito por los profesores -o lo que sean- Matt Bucher, Nick Maniatis y Kathleen Fitzpatrick (si tuviera que inventar los nombres de unos analistas de La broma infinita no se me hubieran ocurrido unos mejores, ¿a que son unos nombres maravillosos?) titulado Cómo leer La broma infinita y que consiste en un compendio de recomendaciones -algunas tan originales como "confía en el autor" o "persevera hasta la página 200", otras tan evidentes como "lee las notas" -David Foster Wallace no es David Foster Wallace sin las notas, todo el mundo lo sabe-, ridículas como toma notas y utiliza post-it, y sorprendentes como "maltrata tu ejemplar",.., además, sabemos que algo pasa con la página 223, creo que está maldita o algo- aparecidas en la página web original Infinite summer, de la que parece haberse derivado Verano infinito -desde donde también podemos acceder a una interesante entrevista al editor de Wallace, Michael Pietsch, que desvela algunas contestaciones del escritor a ciertas correcciones de Pietsch y que no tienen desperdicio ("p. 52 – Esta es una de mis frases Swiftianas favoritas de todo el manuscrito. Y voy a eliminarla, canalla")-. Pienso -en un momento de lucidez inusual- que va a ser menos traumático leer directamente La broma infinita que todas las guías, textos, consejos, notas, blogs, webs,..., que pretenden facilitar la lectura de La broma infinita. A lo mejor esa es la intención de sus autores -o bien suplantar definitivamente a David Foster Wallace-, es decir, desalentar al lector potencial de La broma infinita, que, ante tanto consejo y prolegómeno y sugerencia, decide, bien abandonarse a la lectura del libro, bien olvidarse de su existencia, cualquier cosa antes que enfrentarse a todas esas guías. Por mi parte tengo que decir que Wallace es uno de mis escritores favoritos, que yo tampoco he podido leer La broma infinita, que no pasé de las primeras cien páginas, y que lo voy a intentar de nuevo, que no sé cuándo pero que lo voy a intentar, y que no voy a parar hasta que lo consiga, de verdad.

jueves, 9 de abril de 2015

Los fantasmas de Kobayashi, Lafcadio Hearn y Soseki.

Hace unos días volví a ver El más allá (Kaidan -historias de fantasmas-, de 1964) de Masaki Kobayashi. La recordaba como una obra poética, más turbadora que terrorífica -tanto que pensaba en ella en blanco y negro (cuando en realidad es en color, con una inquietante fotografía (esa luz..., me digo, parece surgida de un sueño) de Yoshio Miyajima)-. En los créditos de inicio descubro que se basa en cuatro relatos de Lafcadio Hearn, pertenecientes a su libro Kwaidan: Historias y estudios de cosas extrañas, de 1903. La música (más bien el sonido) es de Toru Takemitsu, colaborador habitual de Kurosawa. En la primera historia, Pelo negro, un samurái abandona a su mujer para mejorar en estatus social, cuando regresa, arrepentido, ella le está esperando; La mujer de la nieve sorprende a unos leñadores perdidos bajo una tormenta invernal, mata a uno de ellos y perdona la vida del otro a cambio de su silencio; El hombre sin orejas es un trovador que cada noche recita el poema épico de una antigua batalla ante los espectros de los derrotados; en La taza de té un samurái adivina el rostro de un desconocido reflejado en la superficie, esa noche tendrá que batirse con él.
Recordaba vagamente el nombre de Lafcadio Hearn. Meses atrás había buscado uno de sus libros, que finalmente no encontré. Hearn nació en Grecia pero en 1890 se trasladó a Japón y terminó adoptando nacionalidad y nombre japoneses. Escribió artículos para The Harper´s Magazine, al igual que haría un siglo después David Foster Wallace. Quiso la providencia que esos días estuviera releyendo El caminante (1912) de Soseki. Resultaba paradójico que Hearn se instalase en Japón en plena era Meiji -época de apertura a Occidente (una cuestión presente en las novelas de Soseki -el desencuentro entre costumbres-, quien, a su vez, modernizó la escritura japonesa -la influencia de escritores rusos era obvia (por ejemplo, el personaje central de Daisuke lee Los siete ahorcados de Leonid Andréiev), además, Soseki, de joven, había (mal)vivido en Londres una temporada antes de publicar-)-, es decir, Hearn escapó a Japón justo cuando Japón -y Soseki- miraba a Occidente). En la introducción de El caminante, por Carlos Rubio, se lee que Soseki sustituyó en la universidad de Tokyo a Lafcadio Hearn como profesor de literatura inglesa ("Sus clases era áridas y analíticas a la inversa de las de su ilustre predecesor cuya elocuencia poética seguía resonando en los oídos de los alumnos japoneses"). En 1896 Hearn había publicado Kokoro: Hints and Echoes of Japanese Inner LifeKokoro (corazón) era, igualmente, una de las novelas más aclamadas de Soseki, escrita en 1914. Aquello parecía una de esas coincidencias que parecían perseguirme, es decir, que me diera por revisitar El más allá y El caminante, al unísono, sin conocer el hilo -aunque fino y contradictorio- que los unía.
Que existían vínculos entre Soseki y Hearn y entre éste y Kobayashi era evidente, sin embargo, para cerrar el triángulo fantasmal, debía encontrar algún nexo de unión entre Kobayashi y Soseki. Pero Kobayashi no utilizó ningún libro de Soseki como argumento. Revisando sus biografías creo dar con el dato que buscaba. Kobayashi nació en 1916, el mismo año que murió Soseki (curiosamente, el año de publicación de La metamorfosis de Kafka).

martes, 31 de marzo de 2015

Proust y La metamorfosis de Kafka.

Leía yo En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, el tercer libro, El mundo de los Guermantes, nada puede compararse a esta gran obra, me decía, cuando di con un pasaje que me dejó pensativo, en realidad muchos pasajes me impresionaban, por la insuperable expresividad de sus descripciones, por la inteligencia de sus razonamientos, por sus brillantes reflexiones y sus lúcidas observaciones, por la sensibilidad de sus apreciaciones, por su proximidad inesperada,..., pero ahora verán por qué este en concreto supuso para mí una revelación -no sé si reparada con anterioridad por algún lector o estudioso- sorprendente.
El narrador, enamorado de madame de Guermantes, decide cambiar de estrategia, una estrategia que hasta entonces había consistido en encontrarse "casualmente" con ella por la calle, un método que, lejos de resultar exitoso, parecía despertar cierto desagrado en la pretendida, así, tras haber sopesado la posibilidad de renunciar a dichos encuentros fortuitos para llamar la atención de su amada -en función de su ausencia- y concluir que para él iba a ser un esfuerzo inconmensurable y para ella algo insignificante, en lo que quizás ni repararía, piensa en visitar a su amigo, el oficial Robert Saint-Loup, sobrino de la Guermantes, al cuartel de Doncières, con la idea de proponerle que realice a su tía en próximas visitas a París algún comentario enaltecedor de su persona. Allí, en el hotel de aspecto antiguo donde se aloja esos días, y tras un inspirado y asombroso discurso acerca de los sueños, leemos al protagonista:

"Cuando había acabado de dormir, atraído por el cielo soleado (...); alzaba la cabeza y alargaba el cuello mientras mi cuerpo seguía semiescondido entre los cobertores; como una crisálida en vía de metamorfosis, era una criatura doble en cuyas diversas partes no convenía el mismo medio; a mi mirada le bastaba con el color, sin calor; mi pecho, en cambio, se cuidaba del calor y no del color".
(p. 50 en El mundo de Guermantes)

Anoté enseguida la expresión "como una crisálida en vía de metamorfosis", singular comparación para el momento del despertar, mientras me preguntaba si acaso Kafka no se habría inspirado en Proust para el inicio de La metamorfosis.