Aquel extraño suceso me recordó la vez que tuve un problema con el préstamo de Opiniones de un payaso de Heinrich Böll, una novela extraordinaria desde luego, si bien el retraso no fue debido a la excelencia de la misma. Al mes de haberse cumplido la fecha límite de entrega recibí una carta de la biblioteca municipal invitándome a devolver la referencia en cuestión, "N BOL opi" -ellos no llaman a los libros por su título, para estas personas tienen el mismo valor un Böll y un Brown-, y a considerar el perjuicio causado a otros usuarios. Me costó imaginar aquellos pasillos, sempiternamente vacíos, repletos entonces, incomprensiblemente, de gente desesperada por leer las Opiniones de un payaso. Ah, las Opiniones de un payaso de Böll, qué tiempos, las andanzas infortunadas de aquel clown bonense lesionado. Mientras lo leía pensaba en ir alguna vez a Bonn, ¡el libro ideal para leer en Bonn!, me decía. Un peregrinaje -¡para mostrar mis respetos al maestro!- que llevaría a cabo poco tiempo después -me recuerdo sentado en un banco del Rheinischen Landesmuseum Bonn, frente a la Pietá Roettgen.
Los correos que intercambié con la dirección de la Biblioteca municipal han entrado a formar parte de la historia del disparate, por lo que no las reproduciré aquí ni en parte ni en su totalidad, ahorraré así al lector esas alegaciones, esas amenazas de sanción, oh, qué entrañables comunicaciones, cómo olvidarlas.
Finalmente hice la entrega del libro. Me deshice en disculpas ante el funcionario de turno -dormitaba ajeno a todo sobre su mostrador de conglomerado. Se limitó a decir: "Suspendido hasta el 29 de septiembre". Ni siquiera salí en el periódico.
Volviendo a la noticia del título me pregunto si en la biblioteca municipal de N. se emplearían con tanto celo profesional como con las Opiniones de un payaso. También me desconcierta el hecho de que se resalte la condición de jubilado del infractor, ¿será algún tipo de atenuante o sólo una forma de decir “tardó tanto tiempo en devolverlo que al hombre hasta le dio tiempo de jubilarse”? El señor ahora, además, aparece como un héroe. Cómo favorecer esta interpretación. Realmente el retraso había sido tal que sus consecuencias habrían prescrito. Este ciudadano ejemplar devolvió por fin el libro en un gesto de humanidad sin precedentes. Cuando ya nadie lo requería, ahora sí, ahora lo voy a devolver, debió pensar, ahora os fastidiáis, ahí tenéis el libro, leedlo si sois capaces. El señor, que ha preferido mantenerse en el anonimato -¡cobarde!- ni siquiera ha sido capaz de entregar el libro en la biblioteca sino que se lo ha entregado a un concejal -que posa en la foto con el trofeo. La razón que le ha movido a realizar tal acto de civismo ha sido que ¡le daba remordimientos cuando lo veía en la estantería! Habría que preguntarle al señor cuándo empezó a sufrir remordimientos al verlo en la estantería, si ha leído alguna vez el libro en todo este tiempo y cuál va a ser su conducta a partir de ahora -si le interesa algún libro que lo compré en una librería. A la administración habría que preguntarle si le van a retirar el carné de la biblioteca y si van a exponer el libro en una sección especial de incunables. Según la norma de sanciones este hombre está inhabilitado en el uso de biblioteca pública durante los próximos 52 años. En venganza -o lo que sea- voy a sacar en préstamo Opiniones de un payaso de Heinrich Böll durante los próximos 52 años guardando los plazos y prórrogas que establecen las normas de préstamo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario