viernes, 6 de enero de 2012

Extinción, de Thomas Bernhard: una recomendación a Gambetti.

En 1986 Thomas Bernhard escribió la que sería su última novela, su gran obra maestra "Extinción. Un desmoronamiento (Auslöschung. Ein Zerfall)" Traducción de Miguel Sáenz-.
En esta ocasión Bernhard reúne dos conceptos pesimistas en el título de su libro. El principal, una extinción que representa lo que para Wolfsegg supondrá el relato que el protagonista del libro y narrador, Franz Josef Murau, planea escribir próximamente, y el subtítulo, el desmoronamiento que Wolfsegg sufre tras el trágico accidente de tres de sus familiares (quizás también el desmoronamiento -analítico y psicológico- del propio narrador).
El libro se abre con una cita de uno de los filósofos admirados por Bernhard: Montaigne.
"Siento la muerte que me aprieta sin pausa la garganta o los riñones. Pero yo estoy hecho de otro modo: para mí es una por todas partes."

El narrador lleva 15 años exiliado en Roma -huyendo de Wolfsegg, su casa natal, en Austria-. Allí imparte clases a Gambetti -muy avanzado el libro descubrimos que le da clases de alemán-. A veces el narrador no sabe si el maestro es él con respecto a Gambetti o el propio Gambetti con respecto al narrador. Tanto aprende uno del otro como el otro del uno. Sin embargo es el narrador el maestro oficial y Gambetti el alumno oficial, quien paga las clases religiosamente, en contra del parecer de su propia familia -evidente-.
Uno se pregunta qué clase de alemán le enseña el narrador a Gambetti para que en 15 años aún persistan estas clases -de algún modo clases filosóficas-. Uno piensa: o Gambetti es muy torpe o el narrador se las ingenia para que esa fuente de ingresos no expire nunca.
Primera parte: El telegrama.
Es en ese telegrama donde se describe la tragedia que ha sacudido Wolfsegg, dos días después de la llegada a Roma desde Wolfsegg del narrador -con la idea de no volver en mucho tiempo a Wolfsegg-, con  motivo de la boda de una de sus hermanas -odiadas las dos por igual-.
La recomendación a Gambetti.
Murau recomienda a Gambetti, su alumno predilecto, su único alumno, en Roma, en su piso de la Piazza Minerva, una serie de libros. Estos son:
1. Siebenkäs, de Jean Paul;
2. El proceso,de Kafka;
3. Amras, de Thomas Bernhard;
4. La portuguesa, de Musil;
5. Esch o la anarquía, de Hermann Broch.
Más adelante conoceremos una terrible anécdota del narrador en su infancia relacionada con el Siebenkäs de Jean Paul -un autor relacionado estilística y cronológicamente con Stifter-.
Me sorprende que recomiende El proceso en lugar de El castillo, quizás una obra más acorde con la naturaleza de la obra bernhardiana -en cuanto a su relación amor/odio con mansiones mortales y referenciales-.
Resulta igualmente interesante que sea Amras -un relato corto de la primera época narrativa de Bernhard- la obra escogida de este autor. Quizás tenga que ver con la idea de una aspiración del propio Bernhard de ver su obra catapultada hacia la inmortalidad, para lo cual escoge un libro lejano en el tiempo -no su mejor libro, desde luego, pero sí bastante característico de su prosa más radical-.
Desconocida por mi es La portuguesa de Musil. Siendo El hombre sin atributos uno de mis libros de cabecera no puede sino llamarme la atención la mención de este relato por parte de Bernhard-Murau.
De la trilogía de los sonámbulos de Broch conozco Pasenow o el romanticismo, obra sublime, de una aparente superficialidad pero en la que residen sin embargo ideas fundamentales sobre lo existencial, el amor, y la planificación vital. El porqué Bernhard escoge ese volumen precisamente y no Huguenau o el realismo o el citado Pasenow no puedo dilucidarlo de ninguna forma, al no haber leído siquiera la trilogía completa. Al menos no le dio a leer La muerte de Virgilio, lo que hubiera supuesto la extinción del propio Gambetti.
En un momento dado el narrador se pregunta si no debía haber recomendado a Gambetti Effie Briest de Fontane, lo que me hace consultar información sobre este clásico de la literatura alemana, cuyo título más conocido ha sido comparado con Madame Bovary  o Anna Karenina.
De todas formas este quinteto de obras nos abre un nuevo camino en la admiración bernhardiana por la literatura germana. Hasta ese momento sin duda habían sido Novalis, Stifter, Hegel, Wittgenstein (desde luego, por su relación de amistad con el sobrino, por otro lado), Goethe y sus Las afinidades electivas, por ejemplo o también con Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, los autores que habían aparecido en sus textos como modélicos de alguna forma. Estoy casi seguro de la no mención de Jean Paul ni de Kafka en sus novelas anteriores. Puede que Musil y Broch sí hayan sido nombrado en algún momento, aunque no obsesivamente como sí Novalis (también presente en Extinción, no podía faltar).
Y por supuesto ¡nunca antes Bernhard se había referenciado a sí mismo! -salvo en Mis premios, claro está-.



Extinction, by Thomas Bernhard: a recommendation for Gambetti.

In 1986, Thomas Bernhard wrote his last novel and definitive masterwork, “Extinction. A decline (Auslöschung. Ein Zerfall)".
This time, Bernhard gathered both pessimistic concepts in his book’s title. On the one hand, an extinction symbolizing for Wolfsegg what it would be the next tale which the main character and narrator, Franz Joseph Murau, is planning to write. On the other hand, the subtitle, the decline suffered by Wolfsegg after the tragic accident of three inhabitants, perhaps concerning the own narrator’s breakdown – analytical and psychological -  too.
The book begins quoting Montaigne, who is one of the most influencing philosophers on Bernhard:
“I feel the death that crushes my throat or my back without a rest. But I’m made of sterner stuff, and she’s the same everywhere”.
The narrator has taken 15 years in his Roma’s exile – running away from Wolfsegg, his birthplace, in Austria-. There, he is teaching Gambetti –discovering late that gives him German lessons-. Sometimes, the narrator seems not to know if he is the Gambetti’s teacher or the Gambetti’s pupil. As one learns from the other as the other from one. However, the narrator is formally the teacher, and Gambetti his formally pupil, who faithfully pays the class, against the opinion of his own family –obviously-.
We wonder what kind of German class is being given to Gambetti since 15 years – somehow it must be a philosophy class-. So, we think: maybe Gambetti could be a dummy, or the narrator manages to turn into endless his source of income.
First part: the telegram.
It’s the telegram in which the tragedy that has shaken Wolfsegg is described, two days after the narrator’s arrival to Roma from Wolfsegg – with the purpose not to return for a time on mind-, on the occasion of his sister’s marriage –both sisters are equally hated.
A recommendation for Gambetti.
Murau suggests to Gambetti, his favourite student, his only student, in Roma, in his flat of Piazza Minerva, some books. They are:
1. Siebenkäs, by Jean Paul;
2. The Trial, by Kafka;
3. Amras, by Thomas Bernhard;
4. The Portuguese Woman, by Musil;
5. Esch or the Anarchist, by Hermann Broch.
Later, we will know an awful anecdote about the childhood of the narrator, connected with the Siebenkäs by Jean Paul –author stylist and chronologically related with Stifter-.
I’m surprised that he suggests The Trial and not The Castle, perhaps a most according work with the nature of the Bernhardian opus –about his love/hate relationship with deadly and referential mansions.
It’s also  interesting that Amras – a short story from the earliest Bernhard- has been chosen like the work from this author. Perhaps it relates with the Bernhard’s ambition to place his work in the immortality, so he chooses a distant time book – it’s not his best one, of course, but is enough characteristically from his most radical writing-.
The Portuguese Woman by Musil, is unknown for me; being The Man without Qualities one of my bedside books, it only could attract my attention the citation of this story on the part of Bernhard-Murau.
I know Pasenow or the Romantic, from Broch Sleepwalkers’ Trilogy, sublime work, what could seem like superficial, but seminal concepts like existence, love, or life, are actually involved. I can’t explain why Bernhard particularly chooses this, instead of Huguenau or the Realist, or the same Pasenow, because I haven’t read the whole trilogy. At least, he didn’t suggest The Death of Virgil, which it would have meant the extinction of Gambetti himself.
At a given moment, the narrator asks himself if he would have had to recommend to Gambetti Effi Briest by Fontane, what forced me to look up about this German Literature classic work, which has been compared with Madame Bovary and Anna Karenina.
Anyway, this quintet breaks new ground over the bernhardian passion by German literature. Until now, Novalis, Stifter, Hegel, Wittgenstein (due to his friendship with her nephew, of course), Goethe and his Elective Affinities or Wilhem Meister’s Apprenticeship had been the authors being somehow considered as canonical. I’m hardly sure he didn’t name Jean Paul or Kafka in his former works. Perhaps Musil and Broch might be mentioned at any moment, but not obsessively as Novalis (here in Extinction too).
And, of course, Bernhard had never referenced himself before! – if we except My Awards, obviously-.

Translation by: AG

2 comentarios:

  1. En mi opinión, una de las dos mejores novelas de Bernhard (la otra es Corrección). La palabra "desmoronamiento", como decís, está relacionada con "extinción". Desmoronarse puede ser una forma (morosa, gradual) de extinguirse. Como la del propio Bernhard en tantos años. Me quedo pensando en la elección de El proceso. Dos teorías, sin mucho fundamento, por puro juego: es una novela con un final definido, termina con la extinción del protagonista, en cambio El castillo se dehilacha en un "pero lo que dijo..."; Murau la elige por narcisismo (él se llama Franz como el autor, Josef como Josef K.). Saludos, Scardanelli.

    ResponderEliminar
  2. No estoy seguro de si la muerte -anunciada por él mismo- de Murau al final del texto se refiere a una muerte metafórica -en cuanto a persona ligada a Wolfsegg desde la infancia-, o bien a una muerte física -se tira por la ventana o similar-. En cuanto a la relación con El castillo es muy interesante -muy bien apuntado ese guiño a Kafka con el nombre de pila del protagonista-, también veo algunas disimilitudes, en Kafka El castillo aplasta -extingue- al agrimensor sin ni siquiera manifestarse -si bien la obra está inacabada-, y en Bernhard la relación de extinción entre Murau y Wolfsegg es más compleja -Murau huye de Wolfsegg pero siempre regresa, en Kafka, K. pretende ir hacia el castillo sin conseguirlo nunca-, al final no se sabe quién extingue a quién o si bien ambos son extinguidos mutuamente entre sí -o si la extinción de Wolfsegg (Murau lo regala a una asociación israelita) determina, paradójicamente, la extinción de Murau, al perder éste el sentido de su existencia-. Gracias por el comentario, y saludos, Vero.

    ResponderEliminar