jueves, 30 de mayo de 2013

El otro mal de Montano.

Busco la entrada de Enrique Vila-Matas sobre Magma de Lars Iyer. En vez de eso leo en la web del escritor catalán el manifiesto  Desnudo en la bañera, asomado al abismo, del propio Iyer. Por allí aparece, ¡sorpresa!, ¡Enrique Vila-Matas!: "El narrador de El mal de Montano, de Enrique Vila-Matas, padece la “enfermedad de la literatura”, lo cual le hace experimentar el mundo únicamente a través de los libros que ha leído, escritos por los grandes autores de la historia de la literatura. Está condenado a entenderse a sí mismo y todo lo que le rodea a través de las vidas y obras de los autores que le obsesionan. Escribe El mal de Montano para encontrar una cura, para salir de la Literatura mediante la Literatura."
Después de uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ¡siete! párrafos dedicados a Montano, Iyer se lanza con Thomas Bernhard. Así que no paro de leer. (Me interesa todo lo que tenga que ver con Thomas Bernhard. En realidad sólo me interesa lo que tenga que ver con Bernhard, Kafka y Brod. En realidad siempre me he preguntado por qué Bernhard nunca se ocupó de Kafka, y por qué nunca se ocupó de Kafka y Brod, y por qué Bernhard, tampoco, se ocupó nunca de Dostoievski, y por qué, ni siquiera, se ocupó Bernhard de Poe).
"Volvamos ahora la mirada hacia Thomas Bernhard, otra víctima del mal de Montano. No hay nada que hacer, no hay salida, no se puede hacer nada excepto subrayar el hecho de que no hay nada que hacer, y de que no hay salida. La misma historia contada una y otra vez, el intento de encontrar tiempo y espacio para elaborar un compendio, una exhaustiva obra de recopilación dedicada a algún tema específico (la naturaleza del sentido auditivo; la música de Mendelssohn) que sirve de excusa para que el narrador haga que la sustancia del relato sean los insuperables problemas que plantea su escritura. (...) tema con variaciones. Son grandes bucles repetitivos que se estiran hasta alcanzar el punto de ruptura, propagándose después en una espiral huracanada de rabia y frustración. Sus libros giran como torbellinos, (...); aforismos del Viejo Mundo colisionan con estúpidas perversiones, grandes denuncias se repliegan, transformándose en distracciones banales. (...) Las frases de Bernhard, siempre a punto de desmoronarse, no pretenden únicamente representar la vida (la vida ordinaria y tediosa de los filósofos fracasados, los científicos fracasados, los músicos fracasados y los escritores fracasados que viven bajo regímenes corruptos) sino también las fuerzas que en ella se encierran.
El incesante movimiento hacia delante de su prosa pone de relieve la completa intolerancia al fracaso, a las componendas y al odio, hacia las presuntuosas poses de aquellos que no entienden sus propios fracasos y componendas. Al declararse la guerra a sí mismos, los frustrados narradores de Bernhard, permanentemente incapaces de encontrar un tiempo y espacio en el que por fin les resulte posible escribir como los maestros que tratan de imitar (trátese de Schopenhauer, Novalis, Kleist o Goethe) declaran la guerra a una cultura en la que la imitación de los maestros ha dejado de ser posible. (...) Bernhard lamenta, horrorizado, el suicidio de la Cultura, al tiempo que escupe bilis contra los “enemigos de lo literario” que aún quedan: los artistas, actores, escritores y compositores subvencionados por el estado que acuden a la insufrible cena que nos describe en Tala. Se ve envuelto en una neblina de odio hacia la vida no literaria, actitud que encarnan personajes  como la célebre y ajetreada hermana de Hormigón. En El malogrado, Bernhard incluso llega a postular que las únicas salidas posibles a una vida dedicada a la creación artística son el suicidio, la locura o el más abyecto fracaso.
Evidentemente, la ironía de Bernhard reside en el hecho de que, en tanto que sus narradores fracasan una y otra vez, incluso antes de empezar, el propio Bernhard encuentra una manera y una vía en que expresarse. Puede que sus músicos hayan renunciado a su arte y que sus críticos musicales sean incapaces de escribir una línea, pero Bernhard ha creado una música para sí mismo. Es, tal vez, una sinfonía grotesca, un vals ridículo, irrisorio, disparatado y oscuro, pero hay algo emocionante, podríamos decir incluso hermoso, en su canto abnegado. Una vez más, como en la obra de Vila-Matas, sólo al borde del abismo somos capaces de recordar qué es lo intocable."
Me digo, vaya, este tipo cree que lo ha clavado. Me encanta lo que ha escrito, me digo. Yo no lo hubiera explicado mejor, me digo -esto sobraba, pienso, ¡por supuesto que yo no puedo explicarlo mejor, pero nada! Luego me digo, cualquier intento de explicar a Bernhard está destinado al fracaso. Ese manifiesto es un fracaso, es la Decepción.
Busco de nuevo el artículo de Vila-Matas sobre Magma, se llama Brod insulta a Brod, y como últimamente cada vez que oigo los nombres de Brod o Kafka un resorte se acciona en mi cerebro y empiezo a echar chispas, enseguida me digo que tengo que sacar ese libro de la biblioteca pública -¡ya lo estoy leyendo! La reseña de Vila-Matas está en la web de El país -es decir, la reproducción fiel del artículo que saliera impreso en su día-, aunque sé que en el blog de Vila-Matas también debe estar porque Vila-Matas cuelga en su blog un montón de cosas que tienen que ver con él -todo lo que se ha publicado en el mundo acerca de sus "obras maestras"-, que él ha escrito para otras publicaciones o que otras publicaciones han escrito sobre él, o entrevistas que le hacen o traducciones de entrevistas que le hacen, digamos que es un ego-blog, un blog "para" Vila-Matas y no un blog "por" Vila-Matas, y también un pseudo-ego-blog, y digo pseudo porque las características más atractivas del blog -la espontaneidad, lo diario, lo improvisado, lo no publicado en medios habituales- desaparecen, y esto es común en los blogs de los escritores de renombre -sospecho que lo editan profesionales-, y entre los que quizás alguno como Andrés Neuman se libra de ese "otro mal de Montano" (un mal que podríamos definir como aquel que padecen algunas figuras literarias y que consiste en sufrir un desmedido interés por lo que tiene que ver con uno mismo y su obra). Ahí leemos un resumen acertado de la novela -un disparate, dicen que divertido-: "En Magma dos intelectuales de nuestro tiempo viajan por una Europa en la que la literatura se ha convertido ya sólo en un producto más del mercado, en algo que es visto como interesante, distinguido, valeroso, respetado, pero también como insignificante. Los dos personajes, Lars y W., beben y se tienen un inmenso afecto mutuo que se transmiten a base de insultos, arte que practican con ingenio, como si recordaran que Nietzsche decía que en nuestro mejor amigo deberíamos tener a nuestro mejor enemigo." 
El ingenio consiste en remedar a Bernhard -parodiarlo, anecdotizarlo, por otro lado, es curioso, me digo, que quien ridiculiza las exégesis de Brod, cuando no ¡ridiculiza a Brod directamente!, aspire a explicarnos a Bernhard en un manifiesto, y además ¡use los mismos giros que Bernhard en su denostación de Brod!, por qué es todo tan complejo, me digo, y ridículo...-, pero no es lugar para una crítica literaria -¡ese tipo me robó pensamientos de todos los colores!, es decir, el día en que comprendí que nunca sería Kafka...-, más tarde quizás.
Luego pienso si Vila-Matas habrá escrito esa reseña de Magma -casualmente, o no, publicada por una modesta editorial ubicada en mi ciudad natal, Pálido fuego, en calle Charlot, a pocos metros de la primera oficina en la que trabajé- en señal de agradecimiento porque Iyer lo incluyera en su manifiesto -otro disparate-, pero no tengo que pasar mucho tiempo pensando para convencerme de ello.

3 comentarios:

  1. "un vals ridículo" muy bueno... "lo que parece una catástrofe es una danza" diría otro.

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  2. Qué fantástica descripción de la escritura de Bernhard la que hace Iyer. De a ratos apoteósica. Ahora recuerdo que una vez dividí un fragmento de Bernhard en las particiones que tendría si fuese una sinfonía (una parte de El aliento, no viene al caso buscar la cita ahora, pero estaba inundada de música). Me dieron ganas de leer El mal de Montano(leí solo seis libros de Vila-Matas entre los cuales no está ése). Más ganas me da de leer a Iyer, pero no se consigue acá, en Buenos Aires. A Vila-Matas lo edita el monstruo Anagrama, a Iyer, ya ves. Saludos, b.

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  3. no sé por qué todo vals tiene algo de ridículo, infausta, en ocasiones lo utilizan los comediantes para sus gags, en el mundo circense también es muy referido, si además se trata de un vals ridículo, ¡doblemente ridículo! lo cual no impide que sea genial. Yo creo, Vero, que la escritura de Bernhard más que a una sinfonía se asemeja a un poema sinfónico -como los de Franz Liszt-, todo en un movimiento, denso, rico en matices, lleno de variaciones, de autocitas,... De El mal de Montano no tengo un recuerdo especial -me aburrió un poco-, creo que promete más de lo que finalmente ofrece, saludos.

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