martes, 26 de marzo de 2013

Los cuartetos de 1773.

Llevo unos días escuchando cuatro de los cuartetos vieneses (K170 a K173) en versión del Quartetto Italiano. Aunque es la serie de cuartetos dedicados a Haydn los que gozan de mayor difusión -con motivo- no habría que olvidar en el cajón estas tempranas obras compuestas por Mozart a los 17 años, pues contienen momentos de enorme inspiración y maestría.
Los estudiosos han encontrado mutuas influencias entre los cuartetos de Haydn y los de Mozart. Estos "vieneses" de Mozart aprovechan el admirable "trabajo de codificación" y el modelo diseñado por Haydn en los "Sonnenquartett", resultando unas "piezas extremadamente sólidas, dotadas de una gran independencia en las partes y sujetas a unos patrones formales en los que se aprecia una variabilidad  mucho más restringida que en los ciclos de sonatas, debido al papel central que, por entonces, desempeñaba ya el cuarteto como modelo dominante de la escritura camerística" -dice la Enciclopedia Grandes Compositores de Salvat. Por otro lado, Haydn "se benefició en sus últimos cuartetos de cuerda, del conocimiento de los trabajos mozartianos. En efecto, el grupo de los cuartetos dedicados por el joven músico al célebre maestro está constituido por seis piezas de una madurez y perfección tan asombrosas y un equilibrio formal y temático tan absoluto que justifican plenamente la admiración y los juicios casi ditirámbicos del segundo hacia el primero" -reza la Salvat. Unos cuartetos que, sin embargo, y en un nuevo ejemplo de la ceguera de la crítica ante obras maestras contemporáneas -¡hay tantos!-, tildó de "artificiales".
No se conoce bien el motivo del viaje a Viena el 16 de julio de 1773, bien podría ser a causa del encargo de una ópera o buscando una colocación en la Corte. Esta estancia, durante la cual Mozart escribiría sus seis cuartetos K.168-173, no fue del todo satisfactoria para el padre de Mozart quien, y a pesar de la brillantez de estas piezas -¿acaso se daba cuenta de lo que había hecho su hijo?-, se lamentaba en una carta a su mujer: "Wolfgang no tiene nada que hacer aquí; anda dando vueltas por la habitación, como un perro cazando pulgas" -sí, ¡pero qué pulgas, señor mío! Con todo, esta corta etapa vienesa -el 22 de septiembre regresarán a Salzburgo- se revelará fundamental para el futuro del compositor. Allí el joven Mozart entraría en contacto con los métodos compositivos de Haydn: "Donde mejor se descubre el impacto que esa nueva música causó en él es en los cuartetos anteriormente citados. Comparados con los que pocos meses antes había compuesto en Milán, se descubre en ellos un mundo totalmente nuevo: la manera "italiana" de componer, más sencilla, desaparece para dar paso a una concepción más contrapuntísitica y rica de la composición, en la que los cuatro instrumentos son protagonistas, culminando con la fuga final del nº168 y del nº173, en la elaboración afiligranada del Andante del nº171 y del Adagio del nº172." Estos cuartetos constituyen la superación definitiva del estilo italiano e incluso de Carl Philip Emanuel y Johann Christian Bach, para acercarse decidido al Sturm und Drang haydniano.
Digamos que los antecedentes de estos cuartetos son, en primer lugar el cuarteto Lodi K.80 de 1770, seguidos de los divertimentos K.136 a K.138 de 1772, compuestos en Salzburgo, y la serie de cuartetos milaneses (el primero compuesto en el "tristón Bolzano"), con los números de catálogo Koechel 155 a 160, y que datan de 1772 y 1773, y en los que, según Paumgartner, "el contenido subjetivo de la expresión se ha vuelto más acentuado, independiente y la labor temática más esmerada".
Redundando en el influjo de Haydn, Bernhard Paumgartner en su "Mozart" escribe: "Mientras Mozart realizó en Lodi su primera experiencia en el cuarteto para cuerda estimulado por el Quattro italiano de los Sammartini, Bocherini y Tartini, y, a pesar de sus rasgos inequívocamente alemanes, incluso la serie de la época del Lucio Silla (155-160) continuaban bajo la fascinación de aquellos maestros, los cuartetos para cuerda de 1773 muestran la franca inclinación de Mozart hacia el primoroso arte de la escuela de Viena. A partir de ese momento, la vinculación con el método de trabajo de Haydn inicia su poderoso impulso que culmina en los logros máximos de los seis cuartetos dedicados a ese maestro, de la época entre el Rapto y el Fígaro. Una síntesis, cuidadosamente aligerada ennoblece el desarrollo temático y crea inspiradas conexiones. La idea por sí sola obliga al desarrollo orgánico de su peculiaridad. Poco a poco evoluciona la plena individualidad, tan solo ligada al desarrollo de la obra, de los cuatro intérpretes hasta convertirse en servidores equivalentes de la idea creadora como característica principal de la música de cámara moderna." Es cierto que algunos conceptos son de difícil comprensión -y demostración-, como "nobleza del desarrollo temático", "desarrollo orgánico de la peculiaridad", "servidores equivalentes de la idea creadora", pero nos quedamos con la idea básica de que la música de estos cuartetos se hace más compleja y rica en armonías y desarrollos temáticos, así como que las intervenciones y los diálogos entre los cuatro instrumentos alcanzan cotas de mayor expresividad y audacia -es decir, volvemos de nuevo a ese lenguaje subjetivo.
No obstante, Paumgartner es consciente de las limitaciones de estos juveniles cuartetos: "Nada hay más comprensible que la distancia entre los trabajos juveniles de Mozart y el moderno arte de su modelo. Todavía se percibe timidez en la ambición por igualarle. Sin embargo, muchos trabajos salen tan perfectos, tan personales, tan magistrales al lado de pequeñas deficiencias, que estos trabajos de Mozart conservan su importancia capital como espléndidas piezas musicales y no en último lugar, como hitos en el comienzo de su evolución."
Este período vienés fue testigo de otras composiciones aparte de estos seis cuartetos como son las seis variaciones para piano sobre el tema del aria "Mio caro Adone" de la "Fiera di Venezia" de Antonio Salieri (K.180) y una original serenata de siete movimientos en re mayor (K.185).
Estamos pues ante unas obras capitales en la evolución de la música mozartiana, pero también ante unas obras -independientemente de su originalidad, estilo, y proyección- realmente fascinantes. Y después de leer tantas explicaciones históricas y técnicas uno escucha del K.173, el lirismo dramático del Allegro ma molto moderato o la danza embriagadora y juguetona del Andantino grazioso, y se pregunta, pero qué más da cuándo ni dónde ni por qué ni para qué la compuso.
Aquí se puede escuchar el K 172 en Si bemol mayor.

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